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Domingo de la Santísima Trinidad (Ciclo A)

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO QUE ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO (JN 3,16A)

El Dios que es comunión de Personas, comunión de Amor, nos ha amado tanto que envió a Su Hijo para que fuera nuestro Salvador. Este Salvador, el Señor Jesucristo, habiendo asumido nuestra naturaleza humana y soportado la pasión y la muerte, ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre, insertando nuestra humilde naturaleza en lo más íntimo, en el seno mismo de la Trinidad.

En el corazón de este incomprensible misterio trinitario se encuentra el amor de Dios por sus criaturas. El Padre envía a Su Hijo para que “quien cree en Él no muera, sino tenga vida eterna”(Jn 3,16b). El Hijo a su vez nos envía otro Defensor, el Espíritu Santo, para que nos guíe a la verdad plena (cf Jn 16,13).

En el nombre de esta Beatísima Trinidad fuimos bautizados. Nuestra fe se basa en este inefable misterio que proclamamos cada vez que hacemos la señal de la Cruz. Hagámoslo con reverencia, con amor, para alcanzar la vida eterna. Que Dios los bendiga.