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EL SACERDOTE

Es otro Cristo. Respétalo.
Es representante de Dios. Ten confianza en él.
Es tu bienhechor. Muéstrate agradecido con él.
En el confesionario es médico de tu alma. Manifiéstale tus heridas.
Es guía en tu camino. Sigue sus consejos.
Es juez de tus actos. Obedece sus amonestaciones.
En el altar, él ofrece tus oraciones a Dios. No te olvides de él.
Él reza por ti, por los tuyos y por las almas del Purgatorio.
Pide a Dios misericordia para ti y para él.
En su vida diaria, es hombre. No lo condenes.
Es humano. Una palabra de afecto lo alegrará.
Si tienes que decir sus faltas, dilas a Dios, para que lo ilumine y le dé ánimo para corregirlas.
Él tiene una gran responsabilidad.
Pide a Dios que lo guíe en la vida y tenga misericordia de él en el trance de su muerte.

Virgen Inmaculada, acoge bajo tu manto a todas las almas sacerdotales del mundo entero para que sean lirios purísimos para Jesús.